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Todos los 13 de septiembre se festeja el día del programador. Y la fecha no ha sido elegida al azar: tiene lugar el día número 256 del año. Pues tal día como hoy desde 2009 (o 12 de septiembre, en caso de que el año sea bisiesto) se celebra el Día del Programador. La elección del día número 256 es la fecha más propicia para homenajear a todos los programadores del mundo.

La razón por la que esta fecha fue escogida se debe a que 256 es la cantidad de números que pueden representarse con 8 bits; o su equivalente, es decir, 1 byte. Además de que 256 es la mayor potencia de 2 que es menor de 365. Otra cifra que nada tiene de casual, ya que, justamente, es el número de días que tiene un año que no sea bisiesto.

La idea de que los programadores tuvieran su propio día en el calendario surgió de la mente de Valentin Balt. Un desarrollador web ruso que en 2002 decidió proponer la festividad cuando trabajaba en Parallels Technologies. Una empresa que entre otras cosas está especializada en el diseño de todo tipo de sitios web. Un movimiento que empezó con una recogida de firmas para presentarle al gobierno ruso una petición formal que permitiera la celebración del Día de los Programadores. Y, una propuesta que 7 años más tarde se materializó en un Decreto que el propio presidente ruso Dmitri Medvédev aprobó. El presidente ruso firmó dicha propuesta el 11 de septiembre de 2009; que a partir de ese momento se convertiría en el primer Día del programador.

La relevancia que tiene el Día de los Programadores en el mundo actual es innegable. Y es que sin la gran labor que realizan diariamente los programadores y programadoras del mundo, ni siquiera podríamos navegar por internet. Porque en cada una de las acciones que realizamos usando un ordenador o un dispositivo móvil hay alguien detrás. Un programador que tuvo que hacer las configuraciones necesarias para que la acción que deseamos realizar pueda ejecutarse correctamente.

Precisamente por ello, a los programadores también se les conoce como arquitectos de la red. Su gran habilidad para llevar a código todas las ideas que podamos tener parece no conocer límites. Pero, para que hasta las ideas más locas puedan hacerse realidad, es necesario escribir cada una de las funciones, depurarlas y mantener el código de forma constante. De esta forma se evita cualquier vulnerabilidad o fallo en el sistema que pueda echar todo el trabajo por la borda.

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